sábado, 24 de mayo de 2014

En galego.

        Hoxe voltei con Castelao. Botaba de menos ler Cousas.
   É interesante como moitos capítulos dunha obra da que pasei as páxinas tantas veces, aberto e pechado na praia, na casa de amigos ou na intimidade da miña habitación cambian ao lelo unha vez ou outra.
   Desta vez recobrou un sentido especial. Entendín de forma diferente o que me chamaba.
Abrín o meu corazón a eses capítulos tristes.
    Sigo sen entender cando fala do amor. Quizáis son demasiado cativa para o entender.  Ao mellor a miña falta de crenza nese sentimento faime menos empática con aqueles que o poidan sentir. Pode que os vexa tontos e incluso dende una perspectiva de superioridade irreal mais dende aló enriba todo está máis claro.
    Rapaciños na rúa bicándose e eu nese intre estaba fotografiándome diante dunha parede baleira. Soa extraño máis é normal.
      Teño medo de que me fagan dano. Eu asúmoo, e vivo con iso. Se xa os amigos me doen no meu maxín non entra nada que se achegue ao amor.
       Pode que seña máis infeliz por iso. Non o nego. Mais o outro día falando coa profesora de historia dixen: "se non fose por decisións ninguén estaría eiquí".
 Creo niso, creo en que todo o que facemos predetermina o que ocorrerá despois.
       Non sei por que estou a escribir en galego. Non o entendo. Hoxe éncheme máis, simplemente.
Está soando una canción de Three Days Grace e estoume a lembrar de mellores momentos, sería mellor vivilos de novo mais non sería o mesmo.

Vida vacía.

Las calles están vacías.
Llevan mucho tiempo así.
Ya no llueve pero el cielo está gris...
Los días son monótonos:
 levantarse, ir a encerrarse seis horas
mientras escucho a personas
que sinceramente no me importan
diciendo cosas que no me interesan.
 Sorpresa,
 la última hora acaba cinco minutos antes.
Ya podemos salir.
La alegría se nota en la voz de mis compañeros,
en la mía también.
 Es una felicidad fingida para no parecer rara.
Es extraño, son muchos años
haciendo que me parezca divertido.
 Llegas a casa, comes, lavas los platos
 ¿Y qué haces?
ya todo lo que tenías que hacer se ha acabado.
Podría estudiar sí, pero no me gusta.
¿Para qué voy a memorizar datos y datos absurdos
 que el día de mañana sólo me van a valer para decir que tengo un título?
 Me importa,
me importa el no poder hacer lo que quiera a cada minuto de mi vida
y haber perdido quince años en relatos tontos y mentiras.
Voy a correr.
El aire me refrescará la mente,
un cerebro depresivo que no echa de menos,
pero extraña el pasado en ocasiones.
Dos horas repitiendo el mismo recorrido
una y otra vez.
Nada cambia,
 salvo la gente que hay a mi al rededor.
 Señores que podrían ser mi abuelo silbándoles a chicas jóvenes que pasan por su lado.
Me dan asco.
 Ser mayor no te da derecho a todo.
Vuelvo a casa.
Una ducha y enciendo el ordenador.
 Un correo de spam, tres notificaciones en el Facebook y una persona me ha seguido en Twitter. Escribo cualquier cosa en alguna red:
que vean lo guay que es lo que estoy haciendo,
 les muestro cuanto me aburro o cualquier chorrada...
Es una imbecilidad
pero saber que alguien me lee puede incluso llegar a ser "gratificante"
por esas veces, las pocas que hablo en serio,
que digo la verdad y lo que me importa.
Hablo con alguien,
 da igual quien sea,
 el placer de mantener una conversación me reconforta.
Ceno, aunque no me apetezca.
Enciendo la televisión, oigo cotilleos y la quisiera partir,
pongo dibujos animados,
sé que son de críos
pero por lo menos no veo a cuatro payasos llorando y gritando.
Intento hacer algo para el instituto
 pero ya es tarde
la una de la mañana y ni ganas de abrir el libro,
 doy una vuelta por Instagram y ya me duermo.
 Mañana será igual otro día vacío.
 Sin nada nuevo, sin nada que quiera.
 Odio decirlo
 pero la vida es una mierda.